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El mito del pánico que causó «La Guerra de los Mundos»

El mito del pánico que causó «La Guerra de los Mundos»

La noche de Halloween de 1938, Orson Welles y la compañía del Teatro Mercury adaptaron para la radio la novela de ciencia de ficción del escritor británico H.G. Wells, “La Guerra de los Mundos”.

El 30 de octubre, alrededor de las nueve de la noche, en el Estudio 1 de la Columbia Broadcasting, en Nueva York, comenzaban los 59 minutos de radio más famosos de la historia. Hoy en día resultaría impensable concebir un fenómeno tan insólito como aquel, no solo en la radio, sino en cualquier medio.

En el comienzo de la transmisión se informó de que se trataba de un relato de ficción, pero muchos hicieron caso omiso a la advertencia, y cayeron presa del pánico. El trabajo de interpretación y realismo que Orson Welles y su equipo de locutores profesionales imprimieron a esta dramatización, sin duda, provocó que este experimento literario cubriese los Estados Unidos con una capa de desconcierto y temor.

Como no entrar en pánico al escuchar que un meteorito había caído en suelo americano, que una invasión alienígena había tomado una zona rural Nueva Jersey. Al parecer, el lugar del impacto se decidió dejando caer un lápiz sobre un mapa de Nueva Jersey, el lugar elegido al azar fue Govers Mill.

Se ha descubierto recientemente, gracias a varios historiadores, que las consecuencias no fueron tan extremas como siempre se ha relatado. Sí, es cierto que la transmisión provocó la confusión de un grupo de personas en el punto de origen de la invasión, y que los servicios de emergencias se colapsaron, pero muchas de llamadas eran para preguntar si todo aquello era real.

Lo que sí resulta indiscutible, independientemente del alcance real de pánico, es que se demostró la capacidad de los nuevos medios de comunicación para intervenir sobre la realidad. Y quizás, lo más rompedor desde el punto de vista de los locutores profesionales sea la forma en la que se jugó con el silencio.

La emisión se cortaba abruptamente para dar entrada a la nada, al silencio, que, en aquella época, en radio, se considera un pecado mortal -la radio NO puede estar callada-. Ese efecto, era sobrecogedor. La comunicación no verbal.

En vez de seguir escribiendo sobre qué pasó y cómo, mejor escúchalo. Sorpréndete y admira el trabajo excepcional en insólito de Orson Welles y su equipo de locutores profesionales.

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